Llegué a Jorspen
al día siguiente, a eso de las 10 de la mañana, y me dirigí al pequeño hotel en
el que había reservado una habitación por Internet. También a través de
Internet había logrado averiguar que Gael Nolan era un periodista y escritor
local, aficionado a lo sobrenatural.
- Ahí lo tiene-
me indicó el camarero de la cafetería a la que, según me habían informado en el
hotel cuando pregunté por él, solía ir en busca de inspiración.
Sentado en una
mesa en el rincón más apartado, y abstraído totalmente de lo que sucedía a su
alrededor, un chico de unos 30 años, con el pelo revuelto y unas finas gafillas
de metal descansando sobre la punta de su nariz, escribía nerviosamente en una
desgastada libreta.
- ¿Gael Nolan? –
pregunté cuando estuve ante él.
Alzó la mirada
hacia mí, algo aturdido.
- ¿Puedo
ayudarte en algo? – me preguntó sin ocultar su malestar por haber sido
interrumpido.
- Sí…bueno…-
intenté explicarme-. Soy Nora…he leído tu artículo acerca de la leyenda del
vampiro…vivo en Nueva York…
- ¿Crees que es
una leyenda? – sonrió de medio lado.
- Supongo…
- Entonces ¿Por
qué has venido hasta aquí?
- Me has
pillado- intenté resultar simpática-. Lo cierto es que me encantaría que fuera
real.
- ¿Eres
periodista o algo así? – me preguntó mientras me invitada a sentarme con un
gesto. Invitación que acepté encantada.
- No, soy escritora.
- Interesante…
- ¿Podrías
contarme más sobre esa historia? – me atreví a preguntar, pues el ambiente
entre nosotros se había relajado bastante.
Sonrió de nuevo,
esta vez maliciosamente.
- ¿Qué sucede? –
le pregunté.
- Esta misma
noche tendrás la oportunidad de presenciarlo tú misma – respondió con
contundencia.
Tardé varios
minutos en reponerme del escalofrío que me había recorrido al escuchar
sus palabras, mientras él me observaba en silencio, disfrutando sin duda del efecto
que habían causado en mí.
- O puedes
marcharte si quieres – añadió socarronamente.
- ¡Nada de eso!
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