Es curioso cuántas veces aludo al mar en mis escritos.
Cualquiera diría que cada atardecer su espuma acaricia mis pies desnudos
mientras paseo por su fina arena, cualquiera diría que lleno mis pulmones cada
día con el aire salado de la costa. Pudiera parecer que desde mi casa escucho a
las gaviotas, y que contemplo embelesada los barcos pesqueros salir a faenar
con las primeras luces del día.
Sin embargo soy de tierra adentro, de la llana y dorada Castilla;
de secano, de olor a monte y a tomillo, de navajas, de molinos de viento, de
Quijote, de queso y de vino, de ferias…
Apenas sé nada del mar…
Nadas entre un mar de palabras... Y mas de uno quisiera ser náufrago en él...
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