lunes, 20 de mayo de 2013

En clase



El sopor se va apoderando de mis ojos mientras mi mirada vaga por la brillante pantalla blanca que preside el aula, contenedora de frases frías como témpanos que encierran normativas, códigos y plazos.
A pesar del cansancio, debo apelar a mi imaginación para pedirle ayuda, o pereceré de aburrimiento entre trámites burocráticos.
No me decepciona, y un instante después ya estoy jugando con las palabras:
La primera que elijo es: “PERSONAS”, de ella saco “SONARSE”, y aún me sobra una “P”, que guardo para después (¡que no se me olvide!).
Sigo buscando…
¡Ya está!: “DOCUMENTACIÓN”. Esta palabra es un filón, y de ella extraigo “MONTÓN”, y aún con lo que me queda, juntándolo con la “P”, puedo formar “PECA”.
Hagamos balance…
Si no me equivoco, tengo en la reserva una “D”, una “U”, una “C” y una “I”. No puedo hacer mucho, de modo que busco una nueva palabra en la pantalla. Recorro los renglones y pronto aparece la que llama mi atención: “NORMA”.
Resulta que si junto las letras que la integran con lo que me queda de antes, ¿qué aparece?: “MARIDO”.
¡¡Qué divertido!!
…un momento… ¿qué sucede?...
Un sonido inesperado me obliga a regresar súbitamente del mundo onírico… ¿ha sido un estornudo? ¿una palmada?
Enfoco la mirada y compruebo que el instructor de turno sigue divagando con plana verborrea y que, absorto en su automático discurso, no se ha percatado de mi ausencia…quizá él tampoco está aquí…
Miro entonces hacia la brillante pantalla y observo que las letras han vuelto a ocupar su posición original. Se muestran impasibles y profesionales, pero sé que están enfadadas, porque quieren jugar conmigo a formar palabras…

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