En un momento de mi vida como cualquier otro, empecé a correr, y aunque ha
habido paréntesis y algún periodo de descanso, podría decir que desde entonces
no he parado…ni siquiera en días como hoy…
Mucho menos en días como hoy…
No me he detenido cuando el cielo ha mudado su color para advertirme de que
se avecinaba una tormenta; ni siquiera he parado cuando las calles se han ido
quedando vacías, ni en el momento en que he comprendido que el trueno que
estallaba sobre mi cabeza indicaba el comienzo inminente de la fiesta.
He tenido tiempo suficiente para regresar a casa, pero no he podido
resistir la tentación de correr a través de cortinas de agua.
Y ahora que he regresado, y que la euforia se desliza aún por mis venas, quiero
escribir sobre lo que he sentido cuando la fresca lluvia ha empapado mi cuerpo, renovando con ello mi
alma…
Quiero contar que alguna voz guarecida bajo una cornisa me ha llamado
“loca”, y quiero confesar que no me ha disgustado la palabra…
Es mi intención hablar de aroma a tierra mojada, de viento, de colores
dorados, de relámpagos que dan vida al cielo…de pura naturaleza que no habría
podido respirar de haber contemplado la tormenta desde el lado seco del
cristal…
Quiero ser capaz de explicar que por un momento he creído volar…
Estoy tratando de relatar cada zancada bajo el agua…cada gota penetrando en mi sedienta garganta...cada instante en que he sido indestructible…cada impulso por extender los brazos y gritar... gritar hasta desplomarme de pura felicidad…
Pero hablaré de mi tormenta cuando acierte a usar las palabras que te hagan sentir que has estado también bajo la lluvia…
No hay comentarios:
Publicar un comentario