PARTE III DE IV
Al otro lado del
gran ventanal de su despacho había empezado a anochecer. Mientras observaba ensimismada
cómo el cielo se ponía su traje de tonos rojos, volvió a recordar que hacía ya algunos
días que no había tenido noticias de él, y pensó que se habría rendido, después
de dos meses de no responder a ninguna de sus llamadas ni sus
mensajes.
Por primera vez
se presentó ante ella la certeza de que su historia había acabado, y el
pensamiento dolió como cien aguijones envenenados.
El repentino
sonido del teléfono la sobresaltó:
- Hay alguien
aquí que quiere verte- le comunicó la recepcionista cuando descolgó.
- Pero estoy a
punto de salir- intentó librarse de aquella última visita inesperada -.
¿Quién…?
Mientras todavía
estaba terminando de hablar la puerta de su despachó se abrió, y un
segundo después él estaba ante su mesa, y ella tuvo que reprimir un fuerte impulso de abalanzarse en sus brazos y quedarse allí para siempre.
- Estás preciosa- dijo él simplemente, como si acabaran de verse hacía un rato y hubiera ido a buscarla al trabajo, como cada día.
Ella no dijo nada.
Ella no dijo nada.
Durante unos
instantes se miraron en silencio. Hacía tanto que no se veían…y sin
embargo, les resultaba tan fácil estar juntos de nuevo.
- ¿Qué haces aquí?
– consiguió preguntar ella al fin, como si despertara de algún encantamiento.
- Necesito hablar
contigo –respondió él- ¿Qué te parece si cenamos juntos?
- No.
- Es sólo una
cena – intentó convencerla-. Creo que es lo mínimo que podemos hacer, ¿no crees?
- Es mejor que no,
en serio- ella intentaba mantenerse firme. Se levantó e hizo ademán de coger su
abrigo, en un intento de terminar con aquella conversación.
- ¿Tanto me odias
que no puedes ya ni estar cerca de mí?
- No te odio. Y
si no recuerdo mal, la última vez que nos vimos eras tú el que no soportaba mi
presencia.
Su propia frase
le trajo a la memoria el amargo momento vivido dos meses atrás, en la ducha, y
un gesto de dolor se dibujó en su rostro.
- Sé que no
quieres estar conmigo, y lo comprendo-. Él pareció adivinar lo que estaba
pensando, y su voz se quebró al hablar.
Se miraron a los
ojos de nuevo.
- No puedo
cambiar lo que hice…-prosiguió él- y viviré sin ti si eso es lo que quieres…
Ella sintió un
latigazo en mitad del pecho… “¿vivir sin él?”, pero no le interrumpió.
- Tan sólo
necesito que sepas que te quiero, que eres tú y siempre serás tú.
Ella miró hacia
el suelo, desbordada por sus palabras, y apenas sin fuerzas para mantenerse en
pie.
- Dime que sabes
eso, por favor – insistió él-. Dime que sabes que te quiero por encima de mi
propia vida. No podré seguir adelante si no te hago comprender eso...
- Sé que me quieres…- respondió
ella con un débil susurro, sabiendo que si intentaba alzar la voz tan sólo un poco más rompería a llorar.
- Gracias-.
Se acercó lentamente a ella, la besó en la frente con un beso cálido y tierno, y se marchó de allí, cerrando la puerta tras de sí.
Se acercó lentamente a ella, la besó en la frente con un beso cálido y tierno, y se marchó de allí, cerrando la puerta tras de sí.
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