viernes, 26 de octubre de 2012

Qué te podría contar hoy...

Hoy tengo ganas de arrancarte una sonrisa, pero no se me ocurre qué te podría contar... ¿Cómo lleno este folio en blanco de palabras que te hagan reír? ¿De qué rincón de mi mente rescato alguna historia divertida?
…estoy pensando…
…van acudiendo a mi memoria anécdotas que quizá podrían servir para la ocasión…sin embargo, puede que sean demasiado embarazosas para mí. Dudo que sea muy recomendable hablar de situaciones que sería mejor olvidar, como aquella vez que me dispuse a lavar el coche en uno de esos auto-lavados que funcionan con monedas, (lugares que desde aquel día evito como si fueran el mismísimo infierno, enseguida comprenderás por qué), y sin reparar en que la goma de la manguera tenía un escape, inserté la moneda en la ranura correspondiente, dispuesta a pasar una bonita tarde típicamente masculina.
Mientras la moneda iba descendiendo por el interior de la máquina, y ya con la manguera en la mano, me entretuve visualizando cómo iba a quedar mi coche de resplandeciente, “como recién sacado de fábrica”, me dije.
Cómo podría yo siquiera haber imaginado que tras el inofensivo “clinc” que se escuchó cuando la moneda llegó a su destino, la manguera iba a enloquecer como lo hizo, retorciéndose y dando latigazos, mientras yo intentaba inútilmente controlarla y me aferraba a ella sin comprender qué estaba sucediendo, por qué aquel trozo de goma me sacudía con tanta furia y me lanzaba chorros de agua a presión.
No sé cuánto tiempo estuve a merced de aquel artefacto, no sé cuánto tardé en volver a introducir aquel ser infernal en su soporte, pero no fue poco.
Por fin, una vez lo hube logrado, y consciente de que a mi alrededor se había ido formando un grupito de curiosos que, lejos de ayudarme, me observaban con curiosidad, me dispuse a salir de aquella situación lo más dignamente posible.
Sacudí absurdamente mi pantalón empapado como si apenas le hubiera caído alguna mota de polvo, me retiré de la cara el estropajo “nanas” en que se había convertido mi pelo, observé detenidamente mi coche, carraspeé y dije: - míralo, ni una gota de agua le ha caído.

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